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Los tres pilares de la reforma política

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Al perecer, las aventuras extra matrimoniales de Carlos Larraín e Ignacio Walker, que llevaban más de tres meses, está dejando a damnificados del duopolio político.

Respecto de las reformas políticas de RN y la DC, vuelve a plantearse en la opinión pública las sospechas metódicas cartesianas: ¿Será capaz la clase política del duopolio de autor reformarse y perder poder? ¿Podría pensarse que los conservadores de derecha y de izquierda estuvieran dispuestos a cambios tan radicales para perfeccionar nuestra democracia? Confío en que esta alentadora propuesta no sea un volador de luces y ojalá no sea un cambio tipo “gato pardo”.

El régimen semipresidencial, el sistema proporcional y el federalismo atenuado constituyen el eje de nuestro programa político, que ya en mi campaña presidencial eran considerados como una utopía por parte de los líderes conservadores. Si la fuerza de las ideas, hoy hegemónicas, ha logrado convencer a los miembros del duopolio de que el cambio es posible, no puedo sino regocijarme.

Yo profeso el optimismo trágico: estoy convencido de que resta mucho por hacer para romper la “jaula de hierro” weberiana, que exige quórums casi inalcanzables para este tipo de reformas. Esta tarea exige una dosis importante de voluntarismo, que supere el inmovilismo del pragmatismo ramplón. Propuesta y acción constituyen la tarea prioritaria de los Progresistas en esta coyuntura.

Terminar con la monarquía presidencial, que tanto daño ha hecho a la democracia chilena, reemplazándola por la democracia dual con correctivo presidencial – semi presidencialismo – con un jefe de Estado y un Jefe de Gobierno, es la garantía de un equilibrio de poder.

El sistema binominal catatónico no garantiza ninguna gobernabilidad y sólo reproduce la colusión política. Un sistema proporcional y una división correcta de los Distritos – según el número de habitantes y continuidad geográfica – debiera garantizar la equidad entre los sufragios obtenidos y los sillones parlamentarios. La elección de Intendentes y Consejeros regionales es fundamental para terminar con el centralismo; este el primer paso para un federalismo atenuado.

Aún faltan muchas tareas a realizar, como la revocación de mandatos, la limitación a una sola reelección de todos los cargos que emanen de la soberanía popular, sistema unicameral, plebiscitos vinculantes y voluntarios a nivel nacional, regional y comunal, primarias abiertas, obligatorias y vinculantes, controladas por el SERVEL. ¡El camino es largo, comencemos ya!

Es un gran mérito de los movimientos sociales, especialmente el estudiantil, el haber develadola profunda crisis de representación, legitimidad y gobernabilidad a la cual nos condujo una casta política, cuyo objetivo central consistía en reparto el botín del Estado y inmovilidad política, los cargos parlamentarios vitalicios, senadores y diputados nominados a dedo, combinaciones políticas que obtienen verdaderos récords de rechazo ciudadano. No cejaremos hasta lograr el cambio radical de nuestro sistema político, tarea central que me convoca, por la cual siento un profundo compromiso.
Marco Enríquez-Ominami