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The Clinic] Columna de Marco Enríquez-Ominami: Emmanuel Macron, porque presidir es proteger

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Aunque dejé Francia a los 13 años para viajar a Chile y aprender a ser chileno, mantengo una gran afección por ese país, que me acogió cuando la dictadura chilena asesinó a mi padre y persiguió a mi madre. Si bien aprendí a amar a mi patria a golpes y porrazos, a ser chileno en años oscuros y autoritarios, guardo aprecio y agradecimiento al país que me vio crecer. Por eso, haré uso de mis derechos ciudadanos franceses para votar por Macron y contra el fascismo que representa Marine Le Pen.

 

Por primera vez en la historia reciente, la segunda vuelta en Francia dirimirá entre dos outsiders: una populista y nacionalista, Marine Le Pen, y Emmanuel Macron, ex Ministro de Economía de Hollande. Si bien Macron pertenece a la élite cultural y política francesa, tuvo la lucidez de entender la importancia de superar cuanto antes los tradicionales, falsos y agotados esquemas derecha-izquierda, bajo los cuales se movía gran parte de la política francesa, para crear un nuevo movimiento En Marche, y ser capaz de proponer soluciones concretas para la reactivación sustentable de la economía de Francia, en alianza con el empresariado, sin renunciar a las conquistas sociales y sin ceder a las tentaciones populistas y nacionalistas, sean de derecha o izquierda.

Con visión y coraje, Macron no cedió a la tentación del discurso anti europeo de Le Pen o de una parte de la extrema izquierda. No cedió en sus valores fundamentales de una Europa próspera y fundamental para el equilibrio internacional. Pero sí entendió la necesidad de realizar aquellas reformas que permitan a Francia regresar al camino del crecimiento sustentable, eso que ha hecho de Francia uno de los punteros mundiales en cuanto a desarrollo industrial, tecnológico, en capacidad de innovación y solidez cultural.

La rival de Macron es Marine Le Pen, la candidata del Frente Nacional (FN). No es primera vez que el FN, partido de extrema derecha, con tintes fascistas y revisionistas respecto de lo que fue el holocausto y las atrocidades implementadas por el Nacional Socialismo alemán, durante la Segunda Guerra Mundial, pasa a la segunda vuelta, en las elecciones presidenciales francesa. Una vez más lo hace de la mano de un Le Pen, esta vez Marine, la hija del fundador del FN, que ha desplegado numerosos esfuerzos por matizar lo obvio, un retroceso respecto del rol de Francia en el concierto internacional, su distancia respecto a la Unión Europea y el proyecto de una unidad cultural, social y aunque difícil de mantener, económica, entre los países de la zona euro. Pero sobre todo, frente a la ausencia de respuestas innovadoras por parte de los partidos tradicionales, el FN ha reactivado un peligroso discurso antisemita, racista, y anti europeo, como respuesta a los problemas, algunos estructurales y otros coyunturales, que aquejan Francia y los franceses. Ha renovado las propuestas racistas del padre, para afirmar que los colores de la UE son igualmente amenazantes que los de buena parte de los inmigrantes.

Son muchas las diferencias respecto al escenario que llevó a Jean Marie le Pen, padre de Marine, junto a Jacques Chirac, a la segunda vuelta presidencial en 2002, dejando fuera de competencia al entonces Primer Ministro Lionel Jospin. En ese entonces, si bien el discurso populista nacionalista del FN crecía, la izquierda francesa sufrió de una dispersión de sus votos frente a la multiplicidad de candidatos. Esta vez, es tanto la derecha tradicional como el PS francés, los que se quedan sin candidato en segunda vuelta. Los partidos tradicionales sufrieron el castigo de una ciudadanía que los percibe como entidades cada vez más alejadas de sus realidades cotidianas.

La primera vuelta francesa nos recuerda que los populismos y nacionalismos exacerbados, sean de derecha o de izquierda, son un riesgo latente y permanente, que obliga a más y mayor responsabilidad a quienes aspiramos a conducir Chile. Pueden ser tan letales para la convivencia como la intolerancia y el odio. No se gobierna Chile y menos se le ofrecen soluciones de vida a los chilenos, echándole la culpa de todos los problemas al actual gobierno o así sucesivamente. Tampoco resuelve nada, posicionarse desde el altar de la moralidad o santidad. Gobernar significa proponer de manera seria y responsable una alternativa país, en mi caso, enderezar la economía y garantizar prosperidad para todos. Esto también requiere diálogo con las fuerzas políticas que estén disponibles para construir más que destruir. Por lo mismo, no es casualidad que tanto la derecha tradicional como el Partido Socialista francés y la suma de los sindicatos galos, hayan llamado a votar Macron. A pesar de sus diferencias, entienden que el populismo y el nacionalismo torcido que encarna Le Pen, es el inicio de la destrucción de valores que trascienden mucho más que un período electoral. Se trata de los valores constitutivos de la república francesa.

Fuente: The Clinic