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¿Qué sentido tiene un partido único del llamado eje progresista?

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En la actualidad, tanto las Democracias Cristianas, como las Socialdemocracias corresponden a formas de organización política y doctrinaria, propias del siglo XX: ambas están intoxicadas por el neoliberalismo y el imperialismo de la Banca y del FMI. Ante la audacia de la dupla Larraín-Walker, que se han atrevido a plantear puntos sustanciales de las reformas políticas , el ex presidente Ricardo Lagos no quiere quedarse atrás y plantea la fusión de socialistas, Partido por la Democracia y radicales, que se autodenominan “el eje progresista de la Concertación”, con miras a formar un nuevo conglomerado político.

Nada más ex temporánea esta propuesta del ex Presidente: en primer lugar, durante años, los dirigentes socialistas y PPD han sido incapaces de lograr una mínima unidad y, en la actualidad, los partidos de la Concertación concitan un récord de rechazo ciudadano; en segundo lugar, ninguno de estos tres partidos es capaz de expresar el pensamiento progresista y, mucho menos, la socialdemocracia en su versión socialista – más bien se acercan a forma actual de seguidismo del neoliberalismo -; en tercer lugar, muchos de los líderes de estos partidos han rechazado propuestas progresistas – el matrimonio homosexual por parte de Osvaldo Andrade; Carolina Tohá ha denigrado, en repetidas ocasiones las posiciones díscolas en educación en su propia colectividad -.

Los dirigentes de los tres partidos que otrora representaron el pensamiento progresista, incluso revolucionario, hoy son más que conservadores que antes, cuyo único fin reside en la recuperación del poder que les permitió gozar del botín del Estado y de las “sillas musicales”. Estos partidos, carentes de ideas, programas, ideologías y sueños, no tienen otro objetivo que proteger sus patrimonios.

La idea del nuevo Partido ha caído al vacío al ser rechazado por cada uno de los jefes de los partidos involucrados. Al menos, tienen sentido común y comprenden muy bien que no es el momento para fusiones, que no serían más que una especie de matrimonio por conveniencia, con sociedad conyugal, donde se mezclan patrimonios y capitales.

Durante varios años, el Partido Socialista ha sido víctima del síndrome de Estocolmo con la Democracia Cristina, haciendo gala de un conservadurismo a toda prueba; ahora, despechado, quiere convertirse en “socialdemócrata”: este ridículo matrimonio entre “progresistas” no puede sino terminar por incompatibilidad de caracteres y violencia doméstica – imagínense a Gómez y Escalona en la misma casa política -.

La mayoría de los chilenos está harta de los duopolios, de las fusiones sin sentido y de las colusiones, y lo único que desea es un sistema político abierto, pluralista, participativo y competitivo, donde todos los ciudadanos puedan organizarse libremente y sin cortapisas.

Pienso que es necesario poner fin a las malas prácticas políticas abriendo causes a partidos políticos democráticos y abiertos al progreso, que superen la permanencia de oligarquías vitalicias, que se apropiaron de los partidos de masas del siglo, entre ellos, lamentablemente, la Socialdemocracia.

En historia, como en política, las ocasiones que se dejan pasar no vuelven más. Algo inexorable le está ocurriendo al ex Presidente Ricardo Lagos Escobar: quiere resucitar lo que ya está muerto para muchos chilenos.